Una etapa conmigo misma

24 horas en los adentros del Camino Primitivo

20 kilómetros le siguen a Salas (el pueblo en el que estoy pasando estas semanas de verano) hasta el siguiente en el Camino Primitivo: Tineo. El detalle es que muchos de esos kilómetros, diría un 70%, son empinados, en subida. Lo que ayuda en un día soleado como el de hoy, es que hay bastante sombra y te va balanceando entre atravesar el bosque con sombra / nada de sol / más fresquito, y momentos con sol directo, puro verde, árboles, pinos, plantas, flores, y sonidos del viento, las cascadas, de a ratos un río, los pajaritos, las campanas que tienen colgadas las vacas y se escuchan con eco en el medio del campo. (después de escribir esto caí en cuenta de la metáfora que se vendría 🫠)

No use Spotify, Instagram ni WhatsApp en esos 20 km. Lo de Spotify se me da en automático generalmente cuando salgo a caminar o a correr pero hoy me propuse no hacerlo. Era la única forma de poder conectar con el afuera y - sobre todo - con el adentro. Sentí que habían algunas conversaciones pendientes conmigo misma que no había tenido tiempo de tener y que esta era la ocasión perfecta.


En los hikes, los trails y demás actividades al aire libre que me encantan, el principio siempre es alentador, la mañana empezando, el entusiasmo del plan y la energía de este momento en mi caso, es sin igual - soy 100% morning person - . Pero a pesar de todo el entusiasmo y energía, durante los primeros 10 kilómetros no pude callar a mi mente: Jorge me ha dado un ejercicio en estos días que ayuda a combatirlo, y trate de ir poniéndolo en práctica. El ejercicio es para empezar a educar a la mente a dejar de ser tan nociva y enviarme mensajes alarmantes (del tema que sea) de peligro o de tener que resolver algo. Me explicó que si la entreno a diario voy a lograr cambiar sus costumbres de tirarme siempre esos mensajes a veces exigentes y destructivos (porque son desde la crítica y la negativa y el miedo y etc) . No es algo que pasa siempre, es por temporadas y últimamente ha estado intentándolo muy a menudo.

Iba poniendo en práctica estos ejercicios pero me desconcentraba y enfocaba en el paisaje por algunos minutos (algo bastante fácil porque estás rodeada de unas vistas alucinantes) - y la muy guacha de mi mente volvía a hacerlo, me sacaba de ese presente con sus tiroteo de mensajes y pendientes. Me hizo un repaso infinito de mis errores y de los errores de otros que me hicieron mal. Me recordó que por nada del mundo debo olvidarlos. Íbamos y veníamos en un pin pong de estos temas y pasábamos de la sombra a los pajaritos (internamente, reflejando el paisaje que atravesábamos en el exterior) tratando de llegar a un punto medio de paz, pero me costó TANTO que terminé entregándome y solo seguí caminando.

Cuando miré el mapa, llevaba ya 15 kilómetros y caí en cuenta de que en el último ratito no había pensado. Un LOGRO. Bueno dos logros: caminé 15 km en subida la mayor parte y no pensé. Lo empinado del camino ayuda bastante a tener que enfocar: creo que por un buen rato pude estar en un estado meditativo. Eso tienen de positivo y adictivo este tipo de actividades, te implican un esfuerzo físico y un foco mental que te ayudan a resetear la mente. Para gente como yo a la que esto no le sale con facilidad, es la gran solución.

Llegué a Tineo en 4 horas y poquito más. Este pueblo es diferente a los que vi desde Oviedo hacia acá. Callecitas típicas españolas con pasillos angostos y empinados, la ropa colgada en las ventanas y la vista como toda la que he visto hasta el momento en Asturias: verde, verde y más verde.

Llegué y aunque ya sentía el cansancio caminé un poquito más, recorriendo el centro (chiqueeeto) para buscar el bar perfecto para un café conmigo, y con mi cuaderno que estaba listo para este momento. Lo que escribí hoy en el cuaderno se quedó en el cuaderno pero esta experiencia si la comparto: creo me animé a hacer esta etapa (de las etapas del Camino de Santiago) sola esta vez por dos motivos: 1) ya conocía las afueras de Salas (donde comienza el camino que hice hoy), porque voy por un trote por esa zona generalmente en las mañanas; y 2) porque ya había hecho una etapa antes con Alex.

Celebro muchísimo haberlo hecho sola porque lo desconocido a veces me paraliza y casi siempre lo estiro un poco (pospongo) - así como hice con este voluntariado en un pueblo aislado que tenía en mi lista de pendientes hace años. Celebro también pedir ayuda porque es algo que siempre me ha costado. De hecho sigo en ese aprendizaje. Pero haberlo compartido en la primera experiencia me hizo la diferencia, me dio confianza y tranquilidad, me demostró que ‘todo estaba bien’. Gracias Alex.

Celebro también hacerlo con miedo, quedarme sola con mi mente cuando anda inestable suele ser agotador, y toda la vida huí como una campeona olímpica de ese momento sin falla alguna, pero me gusta tenerla bajo control, así sea teniendo que caminar infinitamente para que recién después de 15 kilómetros se harte y pare.

Pero sobre todo celebro infinitamente la paz que siento en mi compañía, que se ha vuelto cada vez más suavecita. Una vez escribí sobre cuánto me ha costado llegar a esto: antes, ante cualquier riesgo de quedarme sola conmigo misma encontraba la excusa perfecta para salir corriendo al primer plan que tuviera con gente. Después de un rato obviamente me arrepentía, pero era mejor eso a la incomodidad que me generaba a veces verme cara a cara con lo que sea que haya adentro en ese momento: pensamientos o - lo más temeroso - emociones. Mudarme a Cabo - más especificamente el segundo año, a San José, reforzó muchísimo ese proceso y creo que lo selló. De a poquito fui llevándome a pasar cada vez más ratos conmigo aunque en algún momento se ponga incómodo y tenga que irme por una cerveza con alguien, o hacer algún plan forzado o fumarme un cigarrillo hablando por tel unas horas porque no había manera de simplemente ESTAR. No podía estar sola y estar en paz. Como todo en la vida, con práctica y práctica lo fui logrando hasta dar vuelta la historia: cada vez me costaba menos y necesitaba más esos espacios conmigo, los empezaba a sentir seguros y placenteros. Por supuesto algunas veces volvía el impulso de salir corriendo a buscar compañía para evitarlo (cuando alguna emoción de las que me daban miedo aparecía) pero con tiempo, paciencia, y sobre todo práctica, lo fui resolviendo hasta que mi compañía pasó no solo a ser suficiente sino que sumamente necesaria.

Este proceso me llevó creo dos años de trabajo consciente, con subidas y bajadas, con errores por supuesto pero con más consciencia para poder ver el aprendizaje y desde ahí, con la atención puesta, creo que no hay vuelta atrás. Pero la práctica es diaria. Sigue y seguirá siendo diaria.

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