Un verano en el albergue

A mi (que soy ante todo curiosa por el mundo de allá afuera), habían muchas cosas que me llamaban de esta experiencia. Además de estar en el medio del Camino - metafóricamente en una PAUSA: las que hacen los peregrinos entre etapa y etapa del Camino de Santiago, y - en paralelo - la que obligatoriamente debía hacer yo si quería conocer esto, porque solo podía caminar etapas de 1 día por no tener días off para echarme unas vacaciones (para hacerlo entero necesitas al menos 15 días) - y además también de estar en un tipo diferente de hotel, en contacto con un tipo diferente de huéspedes (peregrinos), de aprender de servicio al huésped desde una forma totalmente distinta a la que estoy acostumbrada, con un team y para un target completamente diferente al que estoy acostumbrada - en estos 10? Años que llevo en hotelería - lo que también me atraía de esta experiencia era compartirla con personas que 1) no tenía idea de quienes eran pero teníamos algo en común: vivir en un albergue del camino de Santiago en total exilio (ha), 2) teníamos culturas diferentes (te podían tocar compañeros de Europa, de Asia, de Latinoamérica o wherever). Nicolaas dice que prefiere elegir gente que ya esté en Europa porque es más fácil, y también que quiere uno de cada idioma diferente. Lo mío se puede decir que fue una excepción (respecto a que no estaba en Europa, estaba en México). Casualidad NO: Excepción y un centro del mismísimo universo (creer o reventar 😂).

El hecho es que para esta experiencia no me alcanzaba con una visita y un alojamiento normal / promedio como he hecho toda mi vida en viajes y hoteles. Este viaje necesitaba más. Más tiempo, más de aquí dentro, más de mi. Sabía que había más a lo que llegar.

Somos 5 personas viviendo en el albergue: Anne Sophie de Francia, Jordan de Inglaterra, Thaísa de Brasil, Nicolaas, holandés dueño y a cargo de las operaciones hace 7 años, y yo. Anne Soph y Jordan están haciendo un año sabático viajando en España para aprender español y además tomarse un break (Anne Soph acaba de recibir su C1 de Spanish! Es muy buena). Thais y yo seguimos trabajando remoto desde aquí para nuestros trabajos - ella de Brasil y yo de México.

Respecto al punto de convivir con peregrinos es un tema aparte: antes de llegar tenía la idea de que eran todos del mismo estilo, los imaginaba casi en un retiro espiritual LOOOOL. La realidad es que hay de todos los tipos, aunque si hay ciertas cosas en común. Es que pensándolo por un segundo, es normal que después de caminar 20 KM por día a veces la mente te juegue chueco y la gente se muestre sin tanto filtro, o fuera de sus cabales o sin armaduras. A algunos también el cuerpo les juega alguna (rodilla, ampollas, tobillo, cualquier movimiento en falso y se te complica la caminada del día siguiente). Pero lo que más a la vista aparece es el mundo emocional que a veces se lanza como un huracán y entra antes que la persona al albergue invadiendo todo sin pasar desapercibido (no los juzgo; también pasó con el mío algún día). La gente muchas veces baja sus defensas cuando está cansada y a veces las sube y no hay forma de entrar. Creo es producto del cansancio y del hecho de llevarte al límite de alguna manera, arrancarte fuera de tu zona de confort. No sé cuantos cuerpos están realmente preparados para caminar 15, 30 o 60 días (sin descanso) con un promedio de 20/30 km al día en el medio de la nada por periodos largos. Mi admiración por esa gente es total y cada vez que puedo, los interrogo. Hay algunos que no dan pie a charlar, no hacen contacto visual, responden con si/no, se ven como en una lucha interna por sobrevivir (haha lit). Me tocaron solo dos al momento en estas semanas con un malhumor que no podían con su vida y se les notaba. Me tocaron infinitos a corazón abierto, con una paz y una calma que contagiaban, esas personas con las que te sentís en paz y podes estar hablando un buen rato como si fueran grandes amigos. De todas las edades. De todos los países. De todas las religiones. No todos los peregrinos hacen este camino con un sentido religioso (como lo era en sus inicios) hoy en día. Una francesa de 70 años lo hace porque era una costumbre que compartía con su esposo que falleció hace algunos años para mantenerse activos y disfrutar de los paisajes. Dejó de hacerlo por dos años y luego entendió que podía hacerlo sola y que de alguna manera lo llevaba con él (lloré por dentro mientras me lo contaba). Es ella, María Theresa:

Una pareja estaba haciendo el camino primitivo por segunda vez, pero esta vez juntos desde el inicio: lo hicieron hace 10 años cada uno solo y por su cuenta y fue ahí donde se conocieron. Se habían quedado en este albergue en la parada de Salas también hace 10 años entonces desde que entraron le tenían un amorcito especial al lugar. Su español e inglés era bastante intentendible pero su entusiasmo por contarnos su historia hizo que la entendamos y celebremos con ellos. Un americano de 60 y largos de años vino desde US específicamente a hacer el Camino. Primera vez en el camino y primera vez en España. Le digo Wow!! Te admiro mucho. Me dice “estoy feliz, mejor tarde que nunca” con un entusiasmo en XL. Me quedé sin palabras y ya no pude decir nada, solo sonreí. Si lo dice él con casi 70 años, qué nos queda al resto? Realmente nunca es tarde para NADA; son solo nuestras estructuras limitadas mentales las que nos limitan, me quedo pensando.

Un italiano se tomó dos meses para caminar (está haciendo el camino primitivo ahora pero antes hizo el del norte: tenía mucho estrés y necesitaba hacer una pausa. Ósea se tomó dos meses de su clínica de odontologia para CAMINAR durante esos dos meses; fue la única forma que vio viable para contrarrestar el estrés que sentía que llevaba dentro. La clínica había sido durante toda su vida de su padre, y ahora el con 37 años hace 3 que la dirige. Tiene un equipo de 20 personas en total, la clínica está ubicada en un pueblito de Italia y es la única en el lugar. Una alemana hermosa, timida y simpática me dice que está caminando hace 6 semanas: le falta 1 semana más para acabar su viaje y las ampollas de sus pies no daban mas asique decidió quedarse dos noches en el albergue (algo que casi nunca sucede porque los peregrinos duermen 1 noche y continúan). Me dice “es un momento de mucha nostalgia, me queda una semana para acabar el viaje”. Le digo con seguridad y con una calma pero sobre todo con una empatía infinita que me desbordaba por sentir exacto que sentía su pesar: - por qué piensas una semana hacia adelante? Mira esta vista, mira el día off que te darás en este pueblo, mira lo que hay - Me dice que tengo razón. Le cuento que no fue mi idea, sino la de mi terapeuta que me prohíbe andar futureando aunque futurear sea hablar del otoño estando en verano y a días del cambio de estación. Me cuenta que su terapeuta le sugirió lo mismo. Me agradece por recordárselo. Es mercurio retrógrado y también cuesta más - le digo, bromeando (pero un poco en serio), y me dice que si, y que además ella es de piscis entonces le cuesta más evitar la nostalgia. Nos reímos. Le doy un mat porque quería hacer yoga. Me recuerda que me vendría bien un yoga también, desde Cabo que no lo hago.

Esta pareja de franceses están celebrando sus 60s. Están juntos hace 35 años y sus hijos ya están grandes entonces se dieron el viaje para ellos dos solos. No paran de hacer chistes y sonreír (la dopamina de recién llegados, pienso), pero al rato nos invitan un vino y unas galletas francesas y siguen con el mismo nivel de buen humor. Descubrimos que él cumple años el 31 de agosto igual que yo y lo celebramos como si hubiésemos ganado un mundial lol. Quedamos en contacto para cuando coincidamos en Paris. Al otro día, como toooodes, se marchan y en cada una de esas despedidas aunque el corazón me cruje un poco también pongo en práctica lo que empecé a poner en práctica a los 17 al irme de casa: poder decir adiós es crecer. Y también, que cuando alguien forma parte de vos, la distancia física no cambia nada. Siempre que me cuesta una despedida pienso: si pude alejarme (físicamente) de mis hermanos al irme de casa y de mis amigas-hermanas de Buenos Aires al irme de Argentina, y de mis amigos-hermanos de CDMX al irme de CDMX, puedo con cualquier despedida. Pero todas las veces me cuesta.

Marco se sentó en la mesa del “””lobby””” con su cuaderno. Muchos lo hacen, o dibujan o escriben. Y comparten en silencio ese momento creativo de descanso y de re charge que me fascina en la escena. Dos minutos después veo su dibujo y alucino. Le pone el sello de Salas luego y como se lo chuleé nos hace uno en nuestro cuaderno de huéspedes. Es italiano, artista, y está haciendo el camino solo. Un italiano que me sorprendió respecto a la mayoría: todos gritan, se mueven con fuerza, carcajadas o regaños pero a los gritos. Con intensidad, una que me recuerda a casa 🇦🇷❤️. Muchos italianos no hablan inglés ni español y se me antoja mucho poder hablarles en italiano, otro pendiente en mi lista: aprender italiano, se activa. Aunque no hablamos el mismo idioma, con muchos de ellos o con franceses nos entendemos con seña, con mi boludo sentido del humor haciendo chistes sin una lengua común, o con alegría y amabilidad: esa no necesita un idioma. La empatía pesa más que la misma lengua en estas situaciones.

Hay cuestiones humanas que no conocen de geografía, cultura, religión ni procedencia y esto es algo que me rompe la cabeza. Jorge dice que estar en un contexto así claramente me moviliza, me responde esto cuando le dije que me siento en carne viva cada día, más sensible y vulnerable que nunca pero también más feliz y conectada, con afuera pero sobre todo con adentro.

En todos estos encuentros me veo reflejada. De todos tomo algo y lo veo en mi o lo hago propio.

Tratamos de cenar juntos los 4 cada noche con Anne-Soph, Jordan y Thais, contándonos sobre cómo fue nuestro día, que hemos aprendido (que puede ser una palabra nueva en otro idioma o una lección brutal de vida, o un descubrimiento sobre nosotros mismos incluso: hay muchos de esos). Generalmente ponemos la mesa aquí afuera, con vista al castillo. Es la plaza principal de Salas, que en un running de una hora me lo recorro entero cada semana de lo chiquito y acogedor que es.

Después de cada día la energía se apaga de repente a las 10.15 PM cuando se cierran las puertas del albergue. 10.30 empieza la hora del silencio y el lugar entero se transforma en una paz absoluta digna de un santuario. Algunas veces se siente como bajar de una montaña rusa: especialmente en lo emocional. Tantas personas, historias, emociones, y conexiones me dejan con una sensación de gratitud y felicidad cada uno de los días.

Recuperé el sueño y dejé el insomnio en Cabo por un rato, al parecer. No sé si es la calidad del silencio de la hora del silencio, el intercambio de energía, el esfuerzo de mi cerebro durante el día. El trabajo remoto que sigue con la misma intensidad, las horas de diferencia con casa o qué, pero he recuperado el dormir y es algo que lo celebro.

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